“LA ESTACIÓN DE LA CENIZA”, DE DAVID FAJARDO RODRÍGUEZ
Hace unos pocos meses, nos levantábamos con la noticia de que el joven escritor canario David Fajardo Rodríguez había sido merecedor, por unanimidad, del VI Premio Internacional de Poesía Juan Rejano, de Puente Genil, con su libro “La estación de la ceniza”. Publicado en enero de 2025 por la Editorial Pre-textos, es un libro compuesto por 38 poemas, en su mayoría cortos, escritos con tal destreza que no dejan indiferente al lector o lectora.
Si de entrada cuento aquí que es un libro que habla del Holocausto, más de uno se va a regañar y va a pensar: ¡oh, no, no me apetece leer sobre eso! Yo lo pensé, y les digo que el autor ha sido capaz de encontrar la poesía en un tema tan complicado como este. Así que si les gusta la poesía, aquí encontramos poesía de verdad. Todos los versos atrapan. En todos te puedes parar a paladear, con sumo cuidado, la buena poesía.
Los fantasmas, los seres queridos se acercan a este libro, así podemos leer en la página 13:
AÑO 22 DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN
Cada año enciende las velas
y le reza un Kadish junto a la ventana;
no sabe bien qué espera
pero maldice el tren
y la grava polaca.
Me preguntará en el postre
cómo sería hoy
o a qué se hubiera dedicado.
Yo aprieto los dientes;
no hay tanques ni soldados
que tumben las alambradas de los muertos.
©David Fajardo Rodríguez
El poeta busca la belleza en los campos de concentración y se detiene, por ejemplo, en una flor que crece en la puerta de un barracón, también utiliza referencias de árboles como símiles: sauces, cipreses. Domina la metáfora y hace una excelente traducción al lenguaje poético de cualquier nimiedad de la cotidianidad del ser humano en una situación tan extrema como la que nos ocupa. Y sientes que ves una luz entre tanta crueldad. Así, en este poema, en la página 24, encontramos:
REDADA EN EL GUETO DE PODGORZE
En este pequeño cuarto
donde el hambre saltaba como una pulga
de hermano en hermano,
yo encontré mi rincón.
Un pequeño jardín sin tierra
con mariposas de colores trenzados
que bordeaban las autopistas del sueño.
Un ventanal enorme
que en la noche quieta
permitía escuchar el rielar del Vístula
negándose a frenar su cauce
bajo el destello de una Cracovia
ya sin dragones ni héroes.
Aquella noche,
el ruido de las botas militares
martilleando los escalones gastados
eran la melodía que pregonaba
la caída de mi paraíso.
Sólo quedaba esperar bajo la cama, escondido,
a que llegase el momento
en el que el niño que soy
se fuese para siempre,
a buscar otro cuerpo.
©David Fajardo Rodríguez
Creo que poco más puedo aportar, son numerosos los poemas que te arrancan las malas hierbas del estómago. Es un libro comedido, trabajado, que trata el tema con elegancia y belleza, muy recomendable.
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