“Querido Diego, te abraza Quiela”, de Elena Poniatowska.

Reseña sobre “Querido Diego, te abraza Quiela”, de Elena Poniatowska.

Mientras lo leía, tenía ganas de decirle: —¡Niña, espabila, que tú vales mucho!

¿Quién era Diego y quién, Quiela?  Una mujer que escribe desesperada a su marido. Un hombre que regresó a su país, México, y parece que desaparece de la faz de la Tierra, o que de repente, desaparecen los lápices, bolígrafos, correos y telégrafos, y cualquier medio para ponerse en contacto con la mujer. Sería un firme candidato a un programa de Lobatón. Pero no, Diego Rivera cambió de vida y abandonó su pasado en París con todo lo que en él había, su mujer, su hijo muerto, sus amigos, sus cuadros, todo…
Aunque curiosamente en la página 53, desvela que recibe dinero de él, así que el contacto existe, pero sin letras.
Si buscan su vida, Diego fue uno de los grandes pintores mexicanos, conocido por sus murales y retratos,y por su relación con Frida Khalo.
Quiela es como la llamaba él, a su primera esposa Angelina Beloff, una pintora rusa con la que vive diez años.
Esta pequeña obra de Elena Poniatowska, publicada en 1978, del género epistolar, curiosamente sin correspondencia, está compuesta por once cartas seguidas escritas entre el 19 de octubre de 1921 y el 2 de febrero de 1922 y una última carta, más separada en el tiempo datada el 22 de julio de 1922. Según información obtenida, son cartas ficcionadas por la escritora, excepto la última, que al parecer es real.
Esta novela permite conocer la vida de Quiela a través de la cartas escritas en primera persona, su talento en la pintura, la relación con su padre, su profesor y compañeros de escuela, la pobreza en la que vivían ambos en el piso de París, la muerte de su hijo por meningitis, habla de su transformación a la hora de pintar como si el diablo la capturase. Utiliza frases en francés y palabras mexicanas, como chatito.
Tenemos que enmarcarla dentro de la época que fue, los años veinte. Su relación duró una década a principios del siglo XX, de ahí que sea tan dependiente de su esposo del que aún se siente enamorada. Lejos de ese contexto histórico, personalmente a mí me generó cierto rechazo tal expresión insistente del amor que siente hacia él, manifestando una baja autoestima, como si no sirviera para nada, por ejemplo en la página 19: <<sin ti soy bien poca cosa, mi valor lo determina el amor que me tengas y existo para los demás en la medida en que tú me quieras. Si dejas de hacerlo, ni yo ni los demás podremos quererme>>.
Esta pintora no brilló como otros artistas por ser mujer, aunque fue reconocida en el país donde murió, México. Nombra también entre las cartas a muchas celebridades como Juan Gris, Picasso, Apollinaire.
Describe a su esposo en las cartas, un Diego Rivera alto, de aspecto descuidado, con cara de hombre bueno, ingenioso, cansado de los colores de París y el estilo de vida de su gente.
Ya en la última carta, la del 22 de julio de 1922, habla con mayor distancia en su relación, y aunque le vuelve a manifestar que lo ama, en la posdata parece que mantiene una relación más profesional, de pintora a pintor. Ahí es donde me viene la duda. ¿Sería así siempre? Al ser las anteriores cartas ficcionadas, ¿la autora del libro nos presenta a una Quiela más deprimida? Es probable. Las personas que leemos a veces confundimos la realidad con la ficción, y no podemos olvidar que es ficción. 
En 1935, ya ella vive en México, la ciudad de sus anhelos como la suele llamar, y allí se encuentra con él…
Elena Poniatowska usa descripciones en el texto que evocan al mundo pictórico, a las imágenes que un pintor puede observar del mundo. Por ejemplo, en la página 78, refiriéndose a Diego <<aquí todos son rostros claros sobre fondos oscuros. En mi país todos son rostros oscuros sobre fondos blancos>>.
Esta escritora, premio Cervantes 2013, quiso dejar un testimonio de un amor enfermizo entre el famoso pintor Diego y su primera esposa, también pintora, Angelina.
Es una obra corta, de 96 páginas, fácil de leer, en una agradable edición de Impedimenta de letra grande y una portada preciosa. 
Ha sido una novela muy felicitada en la carrera de la autora. Está bien, aunque personalmente, no me entusiasma.



                                                      Portada y contraportada interior. 

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