"Próxima parada"
"Próxima Parada" es un libro de relatos, publicado por Canarias Ebook. Es el primer libro de la Colección Josefina Lorenzo. Un proyecto propuesto y financiado por la Biblioteca Pública del Estado.
Se trata de un recorrido con 19 paradas y un frenazo. Hay diferentes relatos y microrrelatos escritos entre 2016 y 2017. Dos de ellos obtuvieron premios.
Lola Díaz, editora de Canarias Ebook, realizó la portada, cuyas palabras fueron a la hora de enviarme su propuesta: <<Lo que te mando quizás sea un poco arriesgado, pero me apetecía probar con algo diferente, alegre, optimista, femenino, moderno... No sé, un soplo de aire fresco. Eso fue para mí Próxima parada>>.
Está a la venta por 12 euros en la librería de Canarias Ebook. Calle Domingo J. Navarro, 23, 35002 Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas.
Además puedes pedirlo en cualquier librería que te lo traen. ¡Te animo a leerlo! Gracias.
También lo puedes conseguir a través de Amazon
Te dejo con unos relatos del libro: **Puedes pinchar en los títulos y escucharlos en QPH Radio.
Mamá buscaba desesperadamente las llaves en el bolso. Íbamos cargados y no conseguíamos entrar en casa. Pasaron varios minutos y, después de revolver de forma airada todo lo que llevaba dentro, consiguió localizarlas al fin.
Entró sin mirar atrás. Se dirigió corriendo al baño, tenía muchas ganas de hacer pis. La oí lanzar un suspiro impresionante. Había dejado la puerta virada, no había llegado a cerrarla del todo. Cuando salió, me lanzó una gran sonrisa y un beso.
Yo siempre me pregunto por qué le cuesta tanto encontrar lo que busca en su bolso. ¿Tantas cosas lleva? Aprovechando que no me veía, lo abrí para observarlo con detenimiento.
Se trataba de un bolso grande, de muchos colores, y tenía varios compartimentos con cremalleras. Lo abrí por cada lado y conté en total cuatro cremalleras. Así era normal que no recordara en qué bolsillo dejaba cada objeto. Metí la mano y no llegué al fondo. ¡Qué extraño! Volví a mirar y metí el brazo, el hombro, medio cuerpo, y al final me caí. Pasaron unos segundos hasta que toqué suelo. Realmente me encontraba en el interior del bolso de mamá. ¡Qué bien olía!
En ese instante empecé a entender el motivo por el cual nunca encontraba a la primera sus cosas. Era imposible con aquella profundidad. Descubrí en el bolso la pequeña linterna que tenía a modo de llavero para las llaves del coche. La encendí y vi un espejo redondo. ¡Vaya susto me llevé al verme reflejado en él! Tropecé con un pintalabios y pensé: «¿Para qué lleva mami un pintalabios si nunca se pinta?». Entonces leí mejor. En realidad era un bálsamo para evitar la sequedad de los labios. Seguí buscando y hallé un bote de crema de día (claro, no va a llevar crema de noche si usa el bolso de día…). Encontré el móvil y me lo guardé en el bolsillo para que me ayudase a encontrar la salida. Un monedero y una cartera con todos sus documentos. ¿Unas pinzas? Unas compresas, dos paquetes de pañuelos (uno nuevo y otro a medio usar), una bolsa doblada que siempre saca cuando vamos de compras, un pen drive, una libreta llena de frases y versos, dos bolígrafos, un paquete de chicles, un frasco pequeño de colonia, un paraguas (si nunca llueve), paracetamol, un cepillo y pasta de dientes, unas gafas de sol, unas gafas de vista de cerca, una cinta y adornos para el pelo. Además, unas cuantas facturas y papeles doblados que impedían que me moviera con facilidad. ¡Caray! ¡Cuántas cosas! Es normal que nunca atine a encontrar lo que necesita. Y yo que salgo con dinero en un bolsillo, las llaves colgando de la hebilla del pantalón y el móvil en la mano… ¿Por qué no necesito todo esto? No lo entiendo.
Para salir necesité la ayuda del GPS del móvil de mamá.
Una vez fuera, hablé con mi madre al respecto. Ella no entendía mi preocupación. Le dije que debíamos idear alguna estrategia para organizarlo. La noté un poco enfadada, se ve que no le gustó que me inmiscuyera en sus cosas. Me di cuenta cuando abrió bien los ojos y me preguntó si no tenía nada más importante que hacer que meter mis narices en su bolso.
Capté el mensaje, así que encendí el ordenador y me puse a escribir este relato.
©Mar Zeraus
—Hola, te llamo desde el andén. ¿Dónde estás? —le preguntó María.
—Te estoy viendo, ya voy hacia ti.
María colgó la llamada esperando encontrárselo tal y como le dijo, pero no llegaba. Volvió a llamarlo. Esta vez no paraba de comunicar.
Una hora, dos horas… No sabía qué pensar. ¿Era una broma de mal gusto? ¿Le habría pasado algo? Siguió intentando hablar con él hasta que la operadora de la compañía de telefonía le informó de que ese número no existía.
María comenzó a temblar. En ese instante, cogió el primer metro en dirección al centro. Subió a la superficie decidida a buscarlo en su casa. Ya en el portal tocó el timbre y salió una señora diciéndole que allí no vivía nadie con esas señas.
Corrió hasta la comisaría de policía más próxima entre lágrimas y sollozos, y les contó lo que le había sucedido.
Días más tarde recibió una nueva llamada. Era la secretaria de su psiquiatra recordándole su próxima cita.
©Mar Zeraus
Soñar despierta es algo que hago a menudo. Mi padre decía que no perdiera jamás ese don. Era un privilegio de pocos, solía recordarme. Mi madre le regañaba al tiempo que le pedía que no me diera alas porque los castillos en el aire solo eran eso, castillos en el aire, y yo debía pisar fuerte en tierra firme y convertirme en una persona realista.
Ahora miro hacia atrás y sonrío recordando aquellas riñas. Mis padres eran tan diferentes y, sin embargo, se querían tanto… Añoro muchísimo mi infancia. La vida a veces es cruel. Da bofetadas que te cruzan la cara y dejan cicatrices abiertas.
Aún no he podido llorar. Ver a mi padre en un ataúd no fue un trance fácil. Prefiero imaginar que era un vampiro y estaba durmiendo. Prefiero pensar que era un juego, una obra de teatro, una parodia. Alrededor, un montón de cacatúas repeinadas lloraban su muerte. Pero, ¿dónde estaba la cámara?, ¿era una tomadura de pelo? Mi madre reprochaba mi actitud y me preguntaba qué cuentos estaba creando.
—¿Cómo se te ocurre decir que papá es un vampiro? ¿Cómo le faltas el respeto a tu padre y a toda la familia?
Mi padre se hubiese reído con aquella ocurrencia. Efectivamente, está muerto…
©Mar Zeraus
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